lunes, octubre 18, 2010

 

Decir la VERDAD y VIVIRLA es un acto de AMOR y DEVOCION

Dasara es un festival de 10 días en la India que culmina en Vijayadashami o el décimo día. El día marca la conclusión de los nueve días que preceden. Vijayadashami es también el día de la victoria del rey y de su gobierno.
El Hinduismo celebra el Festival de Navaratri (Nueve Noches) o Dásara (Adoración de las Tres Devi). Todos los festivales hindúes tienen un propósito sagrado, por lo tanto debemos comprender su significado sutil.
Este Festival se desarrolla a través de nueve noches y un décimo día: Día de la Victoria Final o VijaYadashmi (Vijaya Dasami).
Esta festividad de introspección y reflexión, simboliza la liberación de la oscuridad en la que está envuelto el hombre, luego de la batalla de purificación de la mente e iluminación del Alma, siendo la victoria del bien sobre el mal el resultado final.
Estas nueve noches se dividen en períodos de tres noches cada una, durante las cuales se invoca en adoración, a cada una de las Devi, que representan las tres cualidades de la naturaleza: Tamas: inercia, inacción; Rajas: acción, pasión; Satva: equilibrio, pureza.
La oscuridad está asociada a la noche (Ignorancia). Navaratri simboliza la liberación de la oscuridad en la que estamos envueltos. Es un ejercicio espiritual más que un ritual formal.
Ese es el propósito de Navaratri; es permitir adquirir el dominio sobre las fuerzas de la naturaleza y usarlas para satisfacer a la mente.
La Naturaleza protege y castiga a la vez, es la personificación de lo Divino. Mantener contenta a la mente no es fácil de lograr, apenas se satisface un deseo surge otro; los deseos no tienen límite, por lo tanto mientras existan es lo que nos ata al mundo.
Las Deidades a las cuales se les rinde culto durante estas nueve noches, son: Sri Durga, Sri Lakshmi y Sri Sarasvati.
Cuando hacemos referencia a Devi, nos referimos a la forma unificada de Durga, Lakshmi y Sarasvati. Las tres juntas representan a Shakti (energía). Shakti es la energía que responde por todos los fenómenos de la naturaleza (prakriti). La naturaleza es la energía.
A la naturaleza (prakriti), la conforman tres cualidades (satvas, rajas y tamas). Sarasvati representa el satvaguna, Lakshmi el rajoguna y Durga el tamoguna. Como la naturaleza está hecha de estas tres cualidades (satvas, rajas y tamas), para controlarla el hombre rinde adoración a Durga, Lakshmi y Sarasvati. Éstas no son diosas, sino símbolos deificados de las tres cualidades.
El significado esencial del Devi Navaratri es la adoración de la naturaleza (prakriti). Devi se refiere a bhudevi (la madre tierra). Todos los requerimientos vitales del hombre se encuentran en la tierra.
SRI DURGA
MahaDurga (GranDurga) o Sri Durga (literalmente la invencible), es la Devi consorte o Shakti (energía femenina) del Señor Shiva, el Deva Destructor/ Transformador, de la Trimurti (Trinidad Brahmánica); por cuanto, de Él adquiere el poder de la destrucción/transformación, características éstas propias de la guna tamásica (inercia - inacción); venciendo la oscuridad y todo aquello que debe ser transformado.
Como Parvati, hija de Himavat (rey de los Himalayas) y Menaka; es, la reencarnación de Uma-Sati; quien en esta ocasión se desposa con Shiva, matrimonio del cual se conocen como sus hijos a Sri Ganesha y Karttikeya.
Durga o Durge, es el aspecto guerrero de Parvati.
Sri Durga representa la pureza de acción, es la que enfrenta y vence los vicios que surgen de la influencia de la naturaleza sobre la mente del hombre y es el cuerpo físico el vehiculo mediante el cual se ejecuta la acción correcta. Se observa a Durga con múltiple cantidad de brazos; los mismos fueron apareciendo durante el desarrollo de la lucha, pues los Devas apoyaban su acción enviándole ayuda mediante la entrega de sus armas, es así que en cada mano Sri Durga esgrime sables, lanzas, mazos, con los cuales se defiende y hace frente a los demonios. Como toda divinidad, se desplaza mediante un vehículo, en este caso está representado por un tigre o a veces, un león; animales éstos de gran fiereza y rapidez de acción.
SRI LAKSHMI
MahaLakshmi (Gran Lakshmi) es la Devi consorte o Shakti (energía femenina) del Señor Vishnu, ella representa el aspecto Preservador/Conservador de la Trimurti (Trinidad Brahmánica). Su shakti, representa la cualidad rajásica (acción – pasión) preserva y protege la naturaleza; simboliza el poder de pensamiento, purifica la mente; es la Encarnación del Amor y la Misericordia, por eso, el órgano que la representa es el corazón, y su color es el rojo.
Provee la Pureza, Generosidad, Bienestar, Prosperidad y Fortuna, logros del Conocimiento Supremo, a través del desarrollo de los Valores Espirituales.
Como Shakti del Señor Vishnu lo acompañará luego en las sucesivas reencarnaciones avatáricas, como Sita, consorte de Sri Rama; como Rukmini consorte de Sri Krishna (adulto).
Generalmente se la representa con cuatro brazos, los posteriores portan en sus manos Lotos en Flor (Conocimiento desarrollado); los brazos anteriores muestran sus manos dadoras de pepitas de oro o gemas, símbolos de la fortuna que le entrega al ser: el oro y la gema del conocimiento. La posición de las manos: en Abhaya Hasta Mudrá o postura de Protección en el camino de la devoción, y en Varada Hasta Mudrá o Dadora de dones.
Muchas veces se la muestra portando una vasija con Amrita (Elixir de la inmortalidad del espíritu). Puede observársela de pie o sentada en postura de loto abierto, símbolo del conocimiento desarrollado.
SRI SARASVATI
MahaSarasvati o Sri Sarasvati (literalmente la “acuática”), es la energía femenina del Señor Brahma, Deva que representa el aspecto creador de la Trinidad Brahmánica. Él es el equilibrio entre los dos principios opuestos destrucción/preservación
Como Su Shakti, Sri Sarasvati representa las cualidades de equilibrio; la pureza del habla y la expresión. Su color es el blanco inmaculado.
La base primordial del satvaguna, es la verdad. La unidad de pensamiento, palabra y acción constituye Verdad. El apego a esta verdad es dhrama (rectitud). Solo el satva (lo puro) puede garantizar la elevación a lo Divino.
Sri Sarasvati es considerada como la Deidad de las Ciencias, las Artes y la Sabiduría. Pero en el comienzo de los tiempos, sus atributos estaban asociados al aspecto “acuático”, por lo cual era reverenciada como la Devi de las Aguas, tomando en cuenta, tanto el aspecto de purificación y limpieza, como su poder de fertilizar la tierra garantizando buenas cosechas.
Las manos de los brazos anteriores sujetan un instrumento musical de cuerdas, que la caracteriza; es una Vina, con la cual ejecuta dulces canciones de amor y vida. Las otras dos manos portan: un libro, que representa las Sagradas Escrituras (los Veda) y un mala (rosario hindú), aunque también puede ser reemplazado por una Flor de Loto. El vehículo de esta Deidad es una Oca blanca (Hamsa) símbolo del supremo discernimiento. Acompañándola muchas veces se observa un pavo real (Majura) símbolo del dominio sobre los conocimientos mundanos.

FESTIVAL DE NAVARATRI
DÍA DE LA VICTORIA FINAL O VIJAYA DASAMI (DÉCIMO DÍA)
Finaliza en este décimo día el Festival de Navaratri, con la Victoria Final, referida al control de los sentidos y la liberación de la “oscuridad” de la ignorancia en la que el hombre se encuentra.
Esta batalla librada durante nueve noches es la guerra dedicada a la purificación de la mente y la iluminación del Alma.
La victoria sólo ha de obtenerse mediante el Verdadero Conocimiento: el Conocimiento de Dios en nuestro ser interno.
Durante la adoración de Navaratri, debemos expresar el amor por la Madre Divina de nueve maneras diferentes: mediante el escuchar, el cantar, la contemplación de Vishnu, el servicio a Sus Pies de Loto , el saludarle, el rendirle homenaje, el servicio, la amistad , y la rendición total. El amor no debe desviarse en diferentes direcciones. Debe fluir directamente hacia Dios.
Durante las celebraciones de Navaratri, se alaba a la Madre Divina con varios nombres y formas. Todos los nombres y formas están basados en sus sentimientos. Dios no hace diferencias de ninguna clase. Nadie puede comprender la naturaleza de la Divinidad. En realidad, el principio del amor que existe en todos los seres es el principio de la Divinidad. El amor no tiene forma específica. La divinidad trasciende nombres y formas.
Lo importante es que las oraciones no deben confinarse a las meras palabras. Deben traducirse a la acción. Es fácil hablar pero no tan fácil practicar. Una verdadera oración es la que es traducida a la acción.
Llenemos nuestro corazón de amor y de compasión. Practiquemos la verdad y la rectitud. Los Vedas dicen “Habla la verdad y práctica la rectitud” (Satyam Vada, Dharmam Chara).

martes, octubre 12, 2010

 

Why 2 practice YOGA ???

0 pillars of wisdom from the Yoga Sutra lead the way to true freedom.
By Hillari Dowdle

Chances are, you ponder who you are and where you are in life, accept the current realities as best you can, and yet still plan a path toward your ideal. Your yoga practice undoubtedly helps you on this journey. And the yoga tradition suggests more than just postures to aid your transformation. Centuries ago, the great sage Patanjali laid out a kind of map—one that suggests not just asana and meditation but also attitudes and behaviors—to help you chart your own course to contentment.

At first glance, Patanjali's Yoga Sutra, written in Sanskrit and interpreted in many ways, may seem esoteric and impenetrable. But the ancient manual is worth a closer look, because it contains essential advice for daily living. "Patanjali has offered us guidelines that will allow us to have enhanced emotional and mental well-being and a more fulfilling and meaningful life," says Joan Shivarpita Harrigan, a practicing psychologist and the director of Patanjali Kundalini Yoga Care. "The Yoga Sutra is specifically designed to lead to greater happiness and spiritual fulfillment for you and everyone around you."

Much is contained within this ultimate guide to virtuous transformation, including the eightfold path of classical yoga (or ashtanga yoga), which suggests a program of ethical restraints or abstentions (yamas), lifestyle observances (niyamas), postures (asanas), breath control (pranayama), withdrawal of the senses (pratyahara), concentration (dharana), meditation (dhyana), and absorption into the Divine (samadhi). They are designed to lead you, step-by-step, toward everlasting contentment.

If you've been practicing yoga for a while, you're familiar with asana, pranayama, and meditation. But you might not know much about the first two steps of the path: the five yamas and five niyamas. These are the ethical precepts, or core values, of yoga as well as its starting place—meant to be practiced before you do your very first Sun Salutation. They provide a recipe for living in the world with ease.

"The yamas are really about restraining behaviors that are motivated by grasping, aversion, hatred, and delusion; the niyamas are designed to create well-being for ourselves and others," says Stephen Cope, a senior Kripalu teacher and the author of The Wisdom of Yoga. People sometimes think of them as yoga's Ten Commandments, but they aren't concerned with right or wrong in an absolute sense. "There's no thought of heaven or hell. It's about avoiding behaviors that produce suffering and difficulty, and embracing those that lead to states of happiness."

You Can Transform Your Life

Rather than thinking of the yamas and niyamas as a mandatory "to-do list," view them as invitations to act in ways that promote inner and outer peace and bliss. "They create harmony within you, and in relationship to your environment and to others. Where there is harmony, consciousness can expand," says John Friend, the founder of Anusara Yoga. "They lead us to a natural revelation of insight into the nature of being, and joy naturally arises."

They also provide a mirror in which to study your practice and your Self. Viniyoga teacher and Yoga Sutra scholar Gary Kraftsow says they represent the qualities of an integrated human being. You get there through practice, contemplation, meditation, and working to transform yourself. "The path of practice begins with understanding and refining the different dimensions of who you are, and it unfolds progressively, not all at once," says Kraftsow. "The whole goal of yoga is Self-realization, which can also be called freedom." The yamas and niyamas give you infinite opportunities to truly transform your life.

Patanjali doesn't tell you how specifically to "do" the yamas and niyamas—that's up to you. But if you align your life with them, they'll lead you to your highest aspirations: peace, truth, abundance, harmonious relationships, contentment, purity, self-acceptance, love, and meaningful connection to the Divine—the essence of happiness. Here, we've asked prominent yoga teachers and philosophers to share their interpretations of the yamas and niyamas to help you make them a part of your path.

Ahimsa: Nonharming

In yoga philosophy, ahimsa—often translated as "non-violence" or "nonharming"—is the opportunity to relinquish hostility and irritability, and instead make space within your consciousness for peace. "In that space, all the anger, separation, and aggression resolve themselves," says Kraftsow. This allows you to let others be who they are, and to relate to the world in a whole new way.

To incorporate ahimsa into your life, look at all the attitudes you have that might be keeping you from feeling at peace. "I encourage students to notice how many times they have an enemy image of something—a neighbor, a co-worker, even the government," says Judith Hanson Lasater, a renowned yoga teacher and the author of six books, including A Year of Living Your Yoga. "Write down your five most negative thoughts," she says. "These thoughts themselves are a form of violence." Lasater recommends that you hold your negativity in your consciousness and step back from it a bit. Just noticing the negativity will help you stop feeding the thoughts and will lead you toward peace.

"My favorite description of ahimsa is of a dynamic peacefulness prepared to meet all needs with loving openness," says Charlotte Bell, a longtime Iyengar Yoga teacher and the author of Mindful Yoga, Mindful Life. "There's a suggestion of a state of balance that can evolve, that meets each situation in an open and accepting way."

This openness can extend to others. "You may mistakenly think that to refrain from harming another brings benefit to that other, and not to yourself," says Sharon Gannon, the co-creator of Jivamukti Yoga. "But when you start to understand how karma works, you realize that how you treat others determines how much suffering you experience." Gannon believes that if you truly become "other centered" (putting the happiness and well-being of others first), then not only do you experience less suffering, but the other yamas also unfold effortlessly.

Satya: Truthfulness

The Yoga Sutra holds truth among the highest of ideals. Many interpretations promise that once you're fully vested in satya, everything you say will come to be realized.

But be careful not to confuse your point of view with the truth. "You have to have integrity and humility to realize that the truth may be bigger than you," says Nischala Joy Devi, the author of her own translation of the Yoga Sutra, The Secret Power of Yoga: A Woman's Guide to the Heart and Spirit of the Yoga Sutras. "In each moment, you must ask yourself: Am I speaking the truth? Am I just giving my opinion, filtered through my mind and all my prejudices?"

Satya requires that you consider both the spoken and unspoken aspects of your words. You don't want to mislead through omission; neither do you have to say everything that's on your mind—especially if it's hurtful. "Don't gossip, even if the information you're giving is true," says Kraftsow. "Instead, speak only of the highest. Use your words to elevate the listener." When you do so, you elevate yourself in the process.

Many spiritual seekers find that spending time in silence helps them notice the distinction between opinions and reality. Slowing down your internal chatter can help ground you in satya. "Silence is discriminative restraint," says Cope. "You are able to examine the roots of speech on an inner level, which enables you to better control your gross outward communication." You then establish a way of interacting with the world that includes both ahimsa and satya, both peacefulness and truthfulness.

Asteya: Nonstealing

Don't steal, the Yoga Sutra says, and all good things will come to you. Because asteya is commonly translated to mean refraining from taking anything that is not freely offered, the first things most people think of are money, clothes, food, and other tangible stuff. But there's more to asteya than what is found on the material plane.

"There are lots of things you can steal," says Devi. "You can steal someone's time if you are late. You can steal someone's energy. You can steal someone's happiness. You can steal someone else's ideas if you represent them as your own."

Asteya also calls for a focus on how and what you consume. "If you are taking something, you need to consider how to give back the appropriate energy or amount," says Friend. "Because everything is interconnected, whatever you receive is taken from somewhere else. Most people don't stop to consider all the different levels of energy involved in all they are consuming. Energetically and karmically, you create a major imbalance if you take and don't pay back." Or, to borrow a line from the Beatles: "The love you take is equal to the love you make."

To invite asteya into your life, consider what you truly need and refrain from letting your desires persuade you to take more. Have fair trade be your mantra—not only in your shopping habits but also in all of your day-to-day interactions. Respect the time and energy of others, give credit where credit is due, and see if you can help build up the world's kindness reserves by giving more than you take.

Brahmacharya: Energy Moderation

The most talked about interpretation of brahmacharya is celibacy. But you needn't become a monk to be a good yogi. You can just accept a broader interpretation of this yama. "It literally means 'walking in the way of God,'" says Harrigan. "It's about preventing the dissipation of one's energy through the misuse of the senses. It's a personal energy-conservation program—when you practice brahmacharya, you are not letting the senses rule your behavior; you are not urge driven."

Anything that causes turbulence in the mind and stirs the emotions might be seen as a violation of brahmacharya: overstimulating foods, loud music, violent movies, and yes, inappropriate sexual behavior. "Whatever disturbs the mind and body disturbs the spiritual life—it's all one energy," says Devi. "Brahmacharya asks you to consider how you spend it. Look at energy like money in the bank: If you have $100, you don't want to spend it all right away so that you have nothing left. Become a good energy manager."

Brahmacharya has real applications in the physical practice, says Bell. "When you're working with asana, you need to learn to regulate your effort so that you're not pushing and forcing, which drains the life force," she explains. "I'll put my students in a pose and have them consider what they would have to do—or stop doing—to stay in it for an hour. Almost universally, their faces will relax and their shoulders will drop down, and they'll find that they put energy into things they didn't need to. Asana should be replenishing your energy, not draining it."

Experiment with this practice on your mat, then take it into the rest of your life. No matter what's going on—whether it's being delayed for your next appointment by a long line at the supermarket, or nervously kissing a new love interest—ask yourself: Can I let go of my tension and relax into this moment?

Notice how the situation doesn't need your stress to resolve itself. And by not giving so much energy to intense moments—by not squandering your life force—you are more at ease and happier in all moments.

Aparigraha: Nongrasping

Aparigraha means "nongrasping," and it can be a tough sell in this consumer culture of ours. But freedom from wanting more and more is just that: freedom.

"Aparigraha is the decision to not hoard or accumulate goods through greed but rather to develop an attitude of stewardship toward the material world," Harrigan says. "Before you bring anything into your home, ask yourself: Do I need this for my role in life? As a parent? As a spiritual seeker? Or am I just accumulating stuff out of my own fear and greed?" If you don't consider these questions, your possessions can take over. "Once you get so much stuff, you have to take care of and defend it," Harrigan says. "You start to get attached to it and identify with it. It's easy to start thinking you are your stuff, but the truth is that stuff comes and goes."

The idea is: Just let it go. "If our homes are filled with old junk that doesn't apply to us anymore, there's no room for new energy to come in," says Bell. That holds true for the nonmaterial ideas and attitudes you cling to as well. "If you are hanging on to old beliefs about yourself or your relationships, or clinging to a career that no longer feeds you, there's no latitude to move in a different direction."

To invite aparigraha, try a simple practice. "Acknowledge abundance and practice gratitude," says Devi. "You don't need more and more if you are grateful and feeling fulfilled with what you have in the moment."

Saucha: Purity

Saucha's the first of the niyamas, the active observances. It involves keeping things clean, inside and out. "For me, [the concept of] saucha means both physical and mental hygiene," says Cope. "You want to keep your thoughts uncluttered so you can feel free from afflictive emotions; you keep your body and environment in order, to create a sense of calm." A mind trained by meditation has more complexity and orderliness. Physical orderliness can also affect the mind. So get rid of clutter, scrub floors, simplify your life—all these are expressions of saucha.

But don't get too hung up on the idea of literal purity. "When you work at purifying the body, you begin to understand that it will never be perfectly clean," Kraftsow says. "Patanjali says, look more deeply at what the body is: The more you clean it, the more you realize that it is an impermanent, decaying thing. Saucha helps break up excessive fixation with your body, or the bodies of others."

When you learn to disidentify with the body, the Yoga Sutra suggests, you can get in touch with your essence—the part of you that's pure and free from aging, disease, and decay. When you understand your true undying nature, it's easier to stop striving for physical perfection and instead rest in joyful awareness.

Santosha: Contentment

In nearly every translation of Yoga Sutra II.42, santosha is interpreted as the greatest happiness, the underlying joy that cannot be shaken by life's tough moments, by injustice, hardship, bad luck. "Contentment is really about accepting life as it is," says Bell. "It's not about creating perfection. Life will throw whatever it wants at you, and you ultimately have little control. Be welcoming of what you get."

You can practice this on the mat quite easily, by acknowledging your tendency to strive to do a perfect pose and accepting the one you've got. "There's no guarantee that you'll get enlightened when you do a backbend with straight arms, or touch your hands to the floor in Uttanasana," says Bell. "The process of santosha is relaxing into where you are in your pose right now and realizing that it is perfect." Lasater compares santosha to the deep relaxation possible in Savasana (Corpse Pose). "You can't run after contentment," Lasater says. "It has to find you. All you can do is try to create the space for it."

If you release your mind from constantly wanting your situation to be different, you'll find more ease. "It's not fatalism; it's not to say you can't change your reality," says Cope. "But just for the moment, can you let go of the war with reality? If you do, you'll be able to think more clearly and be more effective in making a difference."

During those times when you don't feel content, just act for one moment as if you were. You might kick-start a positive feedback loop, which can generate real contentment. It might feel absurd when your inner landscape isn't shiny and bright, but the simple physical act of turning up the corners of your mouth can have amazing effects. "Smile," suggests Devi. "It changes everything. Practicing smiling is like planting the seed of a mighty redwood. The body receives the smile, and contentment grows. Before you know it, you're smiling all the time." Whether you're practicing asana or living life, remember to find joy in the experience.
Tapas: Right Effort

Tapas is translated as "self-discipline," "effort," or "internal fire," and the Yoga Sutra suggests that when tapas is in action, the heat it generates will both burn away impurities and kindle the sparks of divinity within.

"Tapas is the willingness to do the work, which means developing discipline, enthusiasm, and a burning desire to learn," says Bell. "You can apply tapas to anything you want to see happen in your life: playing an instrument, changing your diet, cultivating an attitude of loving kindness, contentment, or non-judgment. In yoga, it's often seen as a commitment to the practice. You figure out what you can do, and do it every day. If it's only 10 minutes, fine—but make that time sacrosanct."

Connect to your own determination and will. "Holding a posture is tapas," says Cope. "You are restraining yourself from moving and are watching what happens. In this way, you build the capacity to tolerate being with strong sensation, and you get to answer the question: What is my real limit? And you develop the skill of witnessing, which is one of the most important skills of classical yoga."

The effort you use when you engage tapas is directed toward cultivating healthful habits and breaking unhealthful ones. "Asana is tapas, but if you become an asana junkie, then your tapas is to stop practicing asana," says Kraftsow. "One goal of tapas is to stop anything you do mindlessly because you've become habituated." When you use your will to overcome your conditioning, you free yourself from the many unconscious actions that cause suffering. Yes, discipline is actually a path to happiness.

Svadhyaya: Self-Study

Happiness is our nature, and it is not wrong to desire it. What is wrong is seeking it outside when it is inside. To tap into the wellspring of happiness that lies within each of us, try dedicating yourself to svadhyaya, the art of self-study, of looking within and asking the eternal question: Who am I?

The Yoga Sutra suggests that the study of the Self leads you toward communion with the Divine. It's a lofty aim, but you can develop svadhyaya as you move through everyday life. "Some traditions see study as a contemplation of the ultimate. Others see it as study of how you are: your functions, habits, and the ways your karma is playing out," explains Cope. "For most of us, the most fruitful practice will be looking at the Self. Are you on time and orderly? Or are you sloppy and late? What makes you mad or happy? How do you feel about that person on the next mat who's invading your space?"

Develop the capacity to find the answers without chastising or lauding yourself in the process. Swami Kripalu, the founder of Kripalu Yoga, said the highest spiritual practice is self-observation without judgment. "Svadhyaya is a skillful and systematic investigation of how things are," says Cope. "When you practice self-observation, you begin to uncover and address the unconscious patterns governing your life." When you can notice, but not judge, what you are doing and how you are feeling in every moment, you open a window to empathy for yourself and gain the stability you need to extend it to others.

Bell recommends another aspect of svadhyaya: the study of sacred texts, such as the Yoga Sutra, the Bhagavad Gita, Buddhism's Heart Sutra, or the Bible. "That's where the wisdom side develops," she says. "If you are only looking at the Self, it is easy to lose perspective. When you read the texts in service of svadhyaya, you'll read something that really resonates, and you'll begin to understand that...all beings experience these things." Study helps you understand the universality of life experiences and thereby increases your compassion for yourself and others.

Ishvara Pranidhana: Dedication to the Highest

Few dispute that the last of the niyamas, Ishvara pranidhana, is the pinnacle of spiritual practice. Yoga Sutra II.45 says that liberation—the highest happiness—comes only from a love of, communion with, and surrender to, God.

To embrace Ishvara pranidhana, it helps to understand what "God" is. "You don't have to believe in an anthropomorphic representation of God to accept that there is a divine design, a benevolent essence in the universe," says Harrigan. "It's about offering oneself to the divine matrix. It's letting our own holy essence guide our actions and catching the sacred power of life. This higher power is there for all of us, Patanjali says. That is the promise of the Yoga Sutra."

You can capture Ishvara pranidhana in any moment, Harrigan says. "You can always pause to look for the higher essence in any situation," she explains. "You can ask yourself, 'What is the best goodness here?' You can imagine that you have your own wise inner adviser, and ask, 'If I were to set aside my own desires and aversions and concerns for comfort, what would you advise for me?'"

Ishvara pranidhana is a cornerstone of Anusara Yoga. "We emphasize devotion, and service, making an artistic offering to the greater good, and bringing more beauty and love into the world," John Friend says. "If you do that, you won't need to think about not hurting anyone or not lying or stealing. If you dedicate your heart to loving and serving God, all other things fall into place."

Hillari Dowdle, a former Yoga Journal editor, writes in Knoxville, Tennessee.

Sutra interpretations that appear throughout this story are taken from Bernard Bouanchaud's book The Essence of Yoga.

jueves, octubre 07, 2010

 

YOGA Body constitution



A pesar de que Einstein introdujo en Occidente el concepto de energía, aun hoy nos cuesta incorporarlo a nuestra noción del cuerpo humano. Pero los antiguos sabios de la India eran capaces de percibir la realidad más allá de los cinco sentidos, y reconocían la existencia de otros cuerpos además del físico.

No es ninguna novedad: sabemos que la Tierra gira alrededor del sol, y sin embargo decimos “sale el sol” o “el sol se pone”. Es que nuestra percepción, limitada por los cinco sentidos, nos lo hace ver de esta manera. Con la energía nos pasa lo mismo: si bien intelectualmente reconocemos que la materia es energía, al no poder percibir la realidad en términos energéticos, vivimos nuestra vida sumergidos en la materia. Somos un cuerpo en un mundo lleno de otros cuerpos y objetos.
Esta primacía de lo material es causada en principio por la limitación de nuestros sentidos y reforzada por el condicionamiento social. Pero lo que la ciencia descubrió recién en el siglo veinte, la sabiduría antigua de la India, entre otras, lo ha reconocido desde hace más de cinco mil años.

CUERPO DENSO, CUERPO SUTIL, CUERPO CAUSAL

Desde el punto de vista del Yoga, del Vedanta y del Samkhya, el ser humano está formado por tres cuerpos diferenciados pero interrelacionados. Estos tres cuerpos contienen a su vez cinco envolturas llamadas Pancha Koshas, que se penetran una a la otra sucesivamente:

Cuerpo denso: ANNAMAYAKOSHA (alimento)

Cuerpo sutil: PRANAMAYAKOSHA (energía)
MANOMAYAKOSHA (mente)
VIJNANAMAYAKOSHA (intelecto)

Cuerpo Causal: ANANDAMAYAKOSHA (bienaventuranza)

Cada una de ellas es más etérea que la previa, y la última está más allá de lo mental, donde solo queda el velo de la ignorancia cubriendo la realidad última (Atma, la unidad primordial). Sathya Sai Baba afirma que el cuerpo físico está hecho de comida (Annam):

“Sin embargo, dentro de este hay una fuerza más sutil, una vibración interna llamada aire vital o Prana. La mente (Manas) es aun más sutil, y más profundo y etéreo que la mente es el intelecto (Vijnana). Más allá del intelecto se halla la capa más profunda de bienaventuranza espiritual (Ananda). Cuando ahonden en esta región de dicha ilimitada, podrán experimentar la realidad, la divinidad. Esta conciencia divina es el objetivo supremo”.

- Sutra Vahini, Cap.3, "La bienaventuranza es el núcleo de los cinco envolturas vitales"

LOS PANCHA KOSHAS

Kosha Atributo
Annamaya (alimento) Existencia física
Pranamaya (vitalidad) Creación, preservación
Manomaya (mente) Percepción, conciencia
Jnanamaya (intelecto) Discernimiento, intuición
Anandamaya (Bienaventuranza) Conciencia Divina

1. El cuerpo físico: Annamaya Kosha (grueso, compuesto por alimento)
Es la envoltura física compuesta de carne, huesos, sangre, etc. y resulta la manifestación más densa del ser humano –para Occidente, la única. Se alimenta del prana (energía vital) más material en forma de comida, agua y aire, pero depende de los pranas más sutiles pertenecientes a las otras envolturas.
El nombre de esta capa proviene de annam, alimento. El feto crece en el útero con la ayuda del alimento ingerido por la madre. Después del nacimiento, el cuerpo crece y se sustenta gracias a la comida. Cuando muere, mediante la descomposición se vuelve parte de la tierra y produce alimento. A esta envoltura también pertenecen los cinco elementos: tierra, agua, fuego, aire y éter (espacio).

2. El cuerpo vital: Pranamaya Kosha (aliento vital, respiración, energía)
Esta envoltura hecha de prana es una réplica energética del cuerpo físico, al cual sostiene y da vida. Tiene como instrumentos los cinco aires vitales o pranas y el sistema nervioso. El prana es la energía vital responsable de iniciar la vida. Ingresa en nuestro organismo a través de diferentes vías, la respiración, la comida y los líquidos.
Así, el prana se distribuye por nuestro cuerpo y se manifiesta en cinco tipos diferentes de energía. A través de estas cinco funciones controla todo nuestro movimiento y hace posible las actividades del organismo.

1.- Prana-prana, energía que regula el funcionamiento de todos los órganos que intervienen en el proceso de la respiración. Está situado en la zona del pecho, desde el diafragma hasta la base de la garganta.
2.- Prana-apana se encarga de la regulación de los órganos que intervienen en el proceso de la eliminación del alimento. Se extiende desde la parte baja del abdomen hasta la parte superior de los muslos.
3.- Prana-sanama regula el funcionamiento de los órganos que digieren y asimilan el alimento. Ocupa la zona abdominal desde el diafragma hasta la parte baja del abdomen.
4.- Prana-udana mantiene el calor del cuerpo. Se sitúa desde la garganta hasta la cabeza.
5.- Prana-vyana regula todas las corrientes corporales. Su dominio se extiende por las cuatro extremidades y en todo el cuerpo.

3. El cuerpo mental: Manomaya Kosha (mental, emocional, volitivo)

Su naturaleza es más sutil que la de Pranamaya kosha. Está constituido por los cinco órganos de la percepción (gñanendriyas), oído, tacto, vista, gusto y olfato; los cinco órganos de la acción (karmendiyas), habla, aprehensión, movimiento, generación y excreción; y el pensamiento (manas). Es también el lugar de las emociones y los sentimientos, registra los fenómenos internos y externos y realiza la función del pensamiento. Este cuerpo se alimenta de las experiencias de la persona.
En principio, la mente es el instrumento global que controla y dirige los sentidos. Es por eso que también recibe el nombre de Karana (instrumento) en sánscrito. A su vez, los cinco sentidos son los instrumentos utilizados por la mente para percibir la naturaleza y obtener información sobre los objetos. Pero su naturaleza es tan inestable que suele ser arrastrada por los objetos del mundo externo y las impresiones que dejan a través de nuestros sentidos. La mente siente atracción o rechazo hacia los objetos, y esto perturba la ecuanimidad.

Ego-mente (Ahamkara): Manomaya Kosha es también la residencia del ego (ahamkara), el principio de individualidad que nos hace sentirnos diferentes de los demás. El ego es extremadamente sutil y penetra todas nuestras acciones. Surge por la identificación con el cuerpo, sustentada por dos ideas falsas: yo soy el cuerpo, yo soy el hacedor. El ego trata de envolver al Buddhi o intelecto y como consecuencia, el hombre no puede comprender el Atma. Por lo tanto, los esfuerzos deben apuntar a descartar la capa impuesta por el ego en el intelecto.

4. Vijnanamaya Kosha: cuerpo intuitivo (Discernimiento, intelecto)
Esta capa se denomina envoltura psíquica o cuerpo intuitivo. Por su proximidad al Ser (Atman) posee el reflejo de su luz, del conocimiento puro. Aquí residen las facultades superiores de la mente. Cuando se desarrolla su potencial se manifiestan la intuición o conocimiento directo, la sabiduría, las percepciones extrasensoriales, etc.
De los cinco cuerpos sutiles, el hombre tiene en gran medida el Vijanamaya Kosha. Esta conciencia no está presente en otros seres. Por esta razón, el hombre es visto como el supremo entre todos los seres vivos. Tiene cualidades y capacidades que no están presentes en otras criaturas.
A este plano pertenece el Buddhi o intelecto. El buddhi no debe ser visto como un simple aspecto de la mente. Puede ser descripto como una imagen o eco del Uno o Alma Universal (Atma). Solo después de comprender la naturaleza del intelecto podemos determinar si somos guiados por él o por meras ilusiones mentales. Cuando aparecen los problemas o la necesidad de tomar decisiones, el hombre ansía los consejos de su voz interior. El buddhi es esta conciencia que lo guía para conducir su vida hacia la realidad fundamental.

5. Anandamaya Kosha (envoltura de bienaventuranza o felicidad)
El quinto y más recóndito cuerpo es el extático y dichoso Ananadamaya Kosha, el cuerpo causal que da origen a los demás. Transciende el conocimiento intuitivo y no existen ni el tiempo, ni el espacio, ni la individualidad. En su centro reside el Ser o Atman, cuya naturaleza es Sat, Chit, Ananda (existencia, conocimiento y bienaventuranza). El propósito de la búsqueda humana a través de las distintas etapas espirituales es lograr la dicha suprema (Ananda) que es inmanente en cada objeto de la creación. Brahmananda (la dicha de Dios) es distinta del contento y alegría que sentimos cuando nuestros deseos se ven satisfechos. Esta dicha suprema es nuestro derecho y resulta de descubrir nuestra verdadera identidad. Porque Ananda es Brahman, Dios, el universal absoluto, el Uno sin segundo.

NIVELES DE CONCIENCIA SEGÚN LOS KOSHAS
Ascender de niveles es un proceso natural. El capullo de una flor tiene muy poca fragancia. Cuando crece y se abre, adquiere un delicado perfume. Del mismo modo, cuando la conciencia humana se expande, encuentra plenitud en el estado de Sat-Chit-Ananda. Comenzando con la mente ordinaria, la conciencia se enaltece hasta el nivel de la Supermente. Entonces asciende al estado de la mente más elevada.
El Atma (Espíritu), cuando se asocia con el cuerpo físico, recibe el nombre de Annamaya Purusha. Es el estado de conciencia ordinario.
Cuando se asocia con Pranamaya Kosha (la Conciencia Vital), el Atma recibe el nombre de Pranasvarupa.
Cuando el Atma se asocia con la conciencia mental, se la conoce como Manopurusha.
La cuarta conciencia trasciende los sentidos humanos, y recibe el nombre de Supermente. El Atma en este estado se llama Vijnanapurusha. Trasciende las limitaciones humanas y se acerca a la Divinidad.
Desde Vijnanamayakosha uno avanza hacia Anandamayakosha: el estado de Bienaventuranza Total que recibe el nombre de Anandamayapurusha (el que disfruta la bienaventuranza).
A través de todos estos estados, la entidad constante sigue siendo la misma, así como sucede con los cambios corporales desde la infancia hasta la vejez. Es la Conciencia presente en todos, el Uno en los muchos. Esta Conciencia Universal es Sathyam (Verdad). Es Jnanam (Sabiduría Suprema). Es Anantam (Infinita).

“Puede parecer difícil alcanzar este estado. Sin embargo, si hacen el esfuerzo necesario, no se lo debería considerar más allá de la propia capacidad. Escuchen mis palabras. Entrenen la mente dirigiéndola hacia lo Divino. Yo les mostraré el camino. Si escuchan pero no practican, no alcanzarán el objetivo”.

lunes, octubre 04, 2010

 

SUFI Principios y Orientación

Introducción

El sufismo o tasawwuf constituye una de las grandes tradiciones de sabiduría de la humanidad. Tal como lo conocemos, el sufismo se ha desarrollado históricamente dentro de la matriz cultural del Islam, si bien ha conservado unos rasgos propios muy peculiares que lo han singularizado sobremanera a lo largo de los siglos. Lo cierto es que se trata menos de una doctrina o un sistema de creencias cerrado que de un camino interior que persigue despertar en el hombre una consciencia mucho más alta:

a) de sus múltiples potencialidades como ser humano.

b) y de su estrecha relación con todo cuanto existe.

Tres son las fuentes primordiales de las que se ha nutrido la sabiduría sufí en el decurso del tiempo:

a) el Corán.

b) el corpus aforístico y sapiencial o sunna, atribuido al profeta Muhammad.

c) y el vasto legado, tanto oral como textual y metodológico, de los propios maestros sufíes que, en cierto modo, constituye una suerte de reinterpretación en clave estrictamente simbólica y espiritual del Corán y de la sunna muhammadiana.

Con todo, contemplado con perspectiva de conjunto, no podemos afirmar que exista un único sufismo. En efecto, se trata de un fenómeno harto plural y multifacético. El sufismo es un verdadero poliedro que contiene múltiples rostros espirituales. Por lo tanto, la presente propuesta de cultivo de la cualidad humana profunda a través del sufismo no se ciñe a un solo maestro, escuela o tendencia, sino que constituye un trabajo de síntesis de varias vías y sensibilidades sufíes históricas, conscientes como somos que ni la realidad ni tampoco el camino interior se dejan englobar en una sola perspectiva.

El sufismo constituye un saber y un sabor, ma’arifa y dhawq: una sabiduría genuina que empapa el carácter de la persona transformándolo de cuajo en luz y amor. El sufismo comporta toda una actitud en la vida y ante ella, así como un conjunto de prácticas y procedimientos metodológicos que persiguen activar y desarrollar nuestras cualidades humanas esenciales, que debido a su falta de cultivo se han convertido en unas cualidades más latentes que realmente operantes. Y todo ello a fin de que el ser humano, en tanto que portador de amor, voluntad y creatividad, sea capaz de dar soluciones adecuadas a los retos que la vida y la compleja sociedad de hoy le plantean.

El sufismo y el cultivo del "IDS" (Interés-desapego-silenciamiento)

El interés, primer factor del “IDS”, supone, antes que nada, una fina atención que desemboca en la admiración por todo cuanto se despliega ante nosotros y que, consecuentemente, nos conduce:

a) al amor incondicionado por todo.

b) y a una acción altruista y desinteresada, no sometida a las demandas y exigencias del ego.

Podría decirse, por lo tanto, que la falta de interés es proporcional a la ausencia de atención, gafla en el lenguaje de los sufíes, quienes conciben al hombre como un ser eminentemente olvidadizo. Absorto en sus propios mundos creados, olvida lo esencial y vive al margen de ello. El hombre toma por cierto lo que no es sino pura irrealidad. De ahí que buena parte de la metodología empleada por los sufíes tenga que ver con la activación y el cultivo de lo que ellos denominan presencia, como veremos más adelante.

Por lo que hace al amor, éste no es, a ojos sufíes, sino la más alta activación de la inteligencia, puesto que sin él poco es lo que se puede lograr, tanto individual como socialmente, ya sea en las artes o las ciencias, la familia, la salud, la educación o el ámbito de la empresa.

Intuiciones fundamentales de las enseñanzas sufíes

Los sufíes enseñan que la realidad es una totalidad integrada que no está fraccionada en partes, sino que constituye una única trama, la trama de la vida, que es subyacente a la multiplicidad de formas que observamos a simple vista. En otras palabras, todo lo existente no es sino la expresión en diferentes planos y niveles (mineral, vegetal y animal) de una sola fuente de vida y ser. Nada permanece aislado del conjunto. Todo es reflejo de una única y sola inteligencia creativa. No existe más que eso, ni fuera de eso, porque eso es todo cuanto hay.

Dicha unidad básica y abarcadora constituye el rasgo fundamental de una realidad única de la que el ser humano es parte inseparable, no sólo una pieza de ella. Nosotros somos eso también: el escenario privilegiado en el que la vida actúa, se hace posible y se renueva a cada instante. De ahí que al morir, por ejemplo, perezca nuestra individualidad, pero no la vida en sí misma. Así pues, el sufismo tiene que ver con la:

a) percepción.

b) comprensión en profundidad.

c) y experimentación en uno mismo, mediante la cualidad de la presencia, a la que nos referiremos más adelante, de la unidad e interrelación mutua existente entre todas las cosas y fenómenos.

De acuerdo con los sufíes, percibimos el mundo dependiendo de cómo lo concebimos. No vemos las cosas tal como son en sí mismas, sino a través de los patrones y modelos interpretativos que construye nuestro ego, la nafs de la que hablan los sufíes. Nuestro error consiste, afirman, en tomar por real lo que no lo es, en absolutizar lo relativo y efímero. Dice así el tawhîd, la intuición fundamental de las enseñanzas sufíes: todo es relativo excepto lo absoluto.

Para los sufíes, sólo cuando se es capaz de liberarse de la tiranía del ego, a través de su silenciamiento -fanâ llaman a dicho proceso-, cuando se despierta del sueño al que aquél nos somete, mediante el cultivo de la presencia, el recuerdo y la actualización de lo que verdaderamente uno es, sólo entonces se puede afirmar que se está realmente vivo y en estrecha conectividad con la totalidad de cuanto existe. Poseer consciencia, pues, es saber lo que uno es.

El ser humano, mantienen los sufíes, puede llegar a saber que una única energía e inteligencia creativa lo conecta todo. Más aún, puede ser plenamente consciente que él mismo forma parte inextricable de dicha energía e inteligencia. El hombre es uno con el todo. Ese es, según los sufíes, el más alto grado de la verdad o haqîqa.

Y eso es, justamente, lo que trata de expresar el arte islámico mediante el arabesco, los motivos decorativos a base de complejos dibujos geométricos entrelazados y, a veces, vegetales, que se emplean en frisos, zócalos y cenefas, así como en la decoración de libros. De ahí que su contemplación constituya una de las prácticas habituales empleadas por los sufíes, como veremos en su momento.

Por lo tanto, la asunción de dicha cosmovisión unicista, que los sufíes denominan wahdat al-wuyûd o unidad de la existencia, según la cual la realidad es un todo, comporta para el ser humano un notable reajuste mental y también vital, del que se deriva, a su vez, una actitud mucho más consciente y responsable en nuestras relaciones:

a) con el entorno.

b) con los demás.

c) y en todas las facetas y ámbitos de la vida.

El núcleo central del trabajo sufí

El núcleo central alrededor del cual se articula toda la metodología sufí es el trabajo operativo sobre lo que ha dado en llamarse presencia o dhikr, tal vez la palabra-eje que mejor expresa la naturaleza y el alcance del sufismo. Según la entienden los sufíes, la presencia es un grado aún más profundo y refinado de la atención. En cierta medida, se trata de la intensificación y sutilización de ésta. Presencia significa ser y estar plenamente consciente ahora y aquí. También tiene que ver la presencia con el hacer consciente. Sólo quien está presente puede ver, y ver es conocer. Quien está presente ve, quien ve conoce y quien conoce ama la realidad. Conocer es el destino último del ser humano, lo que nos permite revelar nuestra plena humanidad. Quien se conoce a sí mismo, aseveran los sufíes, conoce la esencia de la realidad toda.

Para ellos, el hombre es un ser abierto e inacabado, justo como el universo, del que afirman que se está recreando de nuevo a cada instante. Por consiguiente, no basta con haber nacido para considerarse un ser humano, en la acepción más honda y radical de la palabra. En ese sentido, la presencia sería la forma de acceder a nuestra verdadera naturaleza, y de actualizarla. De hecho, el camino interior diseñado por los sufíes apunta hacia el despertar a la conciencia de lo que en verdad ya se es, aunque se ignore o se haya olvidado. Y es que lo más esencial y característico del ser humano no nos está garantizado ni por nuestra especie ni tampoco por la cultura, sino que sólo se nos es dado en forma potencial.

Una persona, por consiguiente, debe esforzarse con denuedo a lo largo de su vida para devenir verdaderamente humana, y aun así no tiene garantía de éxito. Gracias a la puesta en práctica de la metodología de trabajo sufí es posible aprender a activar dicha presencia a voluntad. De tal manera que puede decirse de quien así procede que se halla o vive envuelto en dicha presencia. En otras palabras, vivir en presencia significa tener plenamente activada esta cualidad a la que llamamos atención sostenida, y que es la condición sine qua non del interés, primer factor del “IDS”.

Es cierto que en nuestra sociedad actual, caracterizada por la prisa y los condicionamientos tanto internos como externos de toda índole, vivir en presencia resulta casi imposible para la inmensa mayoría de los ciudadanos excepto como fogonazos muy puntuales y ocasionales. A pesar de todo, los maestros sufíes sostienen que es posible activar dicha cualidad a voluntad, cultivarla y, más aún, residir en ella de forma natural en todas nuestras actividades.

La presencia consiste, pues, en la activación de un nivel mucho más elevado y sutil de percepción que posibilita:

a) conocer.

b) desarrollar.

c) e integrar todas las funciones y actividades humanas, tales como el pensamiento, por ejemplo, la sensibilidad profunda y la acción en el mundo, que son vividas la mayoría de las veces de forma fragmentada.

El trabajo regular sobre la presencia permite desarrollar una nueva forma de mirar y ver. De hecho, se trata de una auténtica educación de la mirada. Mirar desde el silenciamiento de los modelos interpretativos del ego, muriendo al hombre viejo, previsible y rutinario, esclavo de la identificación con los condicionamientos sociales y programaciones culturales, posibilita contemplar las cosas tal como son en sí mismas. Sólo de esta manera es posible ver la realidad realmente real, sintiéndose partícipe y uno con ella. Quien muere a sus automatismos, alumbra en su interior un nuevo ser más libre y espontáneo, cuyos atributos son la flexibilidad creativa y el amor incondicional.

Acerca de los procedimientos sufíes y su correcta aplicación

Si algo caracteriza al sufismo es su enorme versatilidad. Históricamente, los sufíes han operado basándose en una concepción abierta, dinámica y ampliamente renovadora del camino interior, conscientes de que éste requiere reformulación y expresión nueva en cada época e instante. Las vías del pasado no resultan operativas en los tiempos presentes. Los sufíes no son dispensadores de creencias o rituales. Tampoco se dedican a teorizar sobre las bondades de la espiritualidad, sino que son verdaderos iniciadores y facilitadores de experiencias transformadoras. La palabra vino, dicen, no embriaga. Y es que el sufí es plenamente consciente que la palabra no puede convertirse jamás en el sustituto de la experiencia. Con todo, un camino interior auténticamente genuino jamás es antiguo.

En buena medida, la continuidad histórica del sufismo se ha debido a su esfuerzo permanente por presentar el trabajo interior bajo una nueva y diferente forma, y a través de una nueva y diferente experiencia. Y es que la repetición periódica de los mismos ejercicios mediante un programa fijo suele ser un claro síntoma de anquilosamiento y deterioro. En ese sentido, todo trabajo sufí verdadero varía su metodología y sus maneras de proceder tantas veces como sea preciso, con tal de continuar siendo operativo. Jamás los maestros sufíes han considerado que los métodos estuviesen dotados de un halo especial de sacralidad y, por ende, que fuesen inmutables.

Hay que partir de la idea que las técnicas y procedimientos poseen una mera función instrumental. El apego a los aspectos formales y metodológicos, valorar más el recipiente que el contenido, la copa que el vino, constituye uno de los errores a evitar. Así pues, acercarse a los sufíes implica aceptar cambiar y corregir el rumbo del camino constantemente y estar preparado para hacerlo cuando sea preciso, algo que no siempre resulta sencillo. Las personas suelen desanimarse pronto si el camino interior no respeta el trazado que ellos consideran que debería seguir. Pero es que el sufí no camina siguiendo mapa alguno, sino guiándose mediante la brújula de su intuición.

Tres son los factores irremplazables que los sufíes han tomado (y toman) siempre en consideración a la hora de diseñar el trabajo interior, a saber:

a) lugar.

b) tiempo.

c) y personas, o lo que es lo mismo, makân, zamân e ijwân, según su propio lenguaje técnico.

Que los sufíes operen en base a dichos parámetros no significa ni que improvisen ni que experimenten al azar. Ningún maestro sufí ha pretendido jamás reinventar la rueda. La finalidad es otra y tiene que ver con un correcto enfoque de lo que ellos mismos denominan la intención o niyya. Y es que un mal encaje de medios y de conceptos es siempre pernicioso y, en algunos casos, puede resultar incluso fatal.

Más que de sistemas, cerrados e inamovibles, o de programas fijos a los que someterse, los sufíes han sido grandes maestros a la hora de proponer y ensayar múltiples procedimientos, trucos y estrategias, que siempre son de carácter mucho más flexible y operativo que los sistemas. Dichos procedimientos facilitan sobre manera el salto imprescindible más allá de los límites impositivos del ego que, indefectiblemente, se ha de efectuar en el transcurso del camino interior.

Por lo que hace a su uso práctico, se ha de tomar en consideración que los diferentes procedimientos, métodos y técnicas empleados por los sufíes constan de tres tiempos o instantes progresivos que permiten una correcta asimilación por parte de quien los emplea, así como la maduración en ellos:

1) Tiempo para hacer:

Es el instante de recoger la atención y de pulir la intención con la que se introduce uno en el trabajo interior. Dicha etapa inicial servirá, pues, para colocar acertadamente el eje de coordenadas que servirá de marco de referencia a todo el trabajo a seguir. El viento, dicen los sufíes, sólo es favorable si el timón está cogido y el rumbo bien trazado. Corresponde la presente etapa al aspecto más estrictamente formal y técnico, pero no por ello carece de importancia. Al contrario, como reza un viejo aforismo sufí: “Quien brilla en los inicios, resplandece en los finales”.

2) Tiempo para estar:

Es el instante de ordenar, canalizar y focalizar la atención. Corresponde al momento en el que lo meramente técnico y formal se trasciende, al tiempo que se adentra uno, de forma paulatina, en el verdadero corazón de la práctica, que siempre apunta hacia un objetivo situado mucho más allá de ella.

3) Tiempo para ser:

Es el instante unitivo por excelencia del camino interior, en el que no sólo se difumina la práctica en sí, sino también el practicante en ella y a través de ella. Podría decirse que el sufismo parte de lo concreto para introducirnos en lo abstracto y hacer que nos perdamos en ello.

La correcta aplicación de las prácticas le conducirá a uno más allá de ellas e, incluso, más allá de sí mismo. Al diseñar sus trabajos, los maestros sufíes enseñan cómo desprenderse de las técnicas, llegado el momento preciso, de modo que éstas no se conviertan en un fin en sí mismas. Más aún, operan de tal forma que el uso de la práctica se vuelva en sí mismo superfluo. Y es que a quien ha recuperado la visión le sobran las gafas, incluso le molestan, pues son una carga innecesaria.

Por último, es conveniente saber que buena parte de la metodología sufí, sobre todo la manera en cómo es aplicada, opera sobre lo que los propios maestros sufíes denominan el “sobre-esfuerzo”, es decir, un tipo de trabajo que comienza más allá de los límites comunes en los que nuestro ego se sabe fuerte, seguro y controlador de la situación. Así, por ejemplo, algunas prácticas comenzarán a ser plenamente efectivas sólo superada la barrera del cansancio, que es, por demás, siempre mental. Las barreras con las que topamos a menudo, hondamente enraizadas en nuestra psicología profunda, jamás serán desmontadas mediante trabajos mecánicos que resulten fáciles de asimilar y, por consiguiente, de integrar y domesticar.

mConscientes de que nuestro ego sólo baja la guardia ante ciertos impactos específicos, los sufíes incluyeron en su metodología, desde un primer momento, el factor sorpresa. El camino sufí está lleno de pruebas. Un buen trabajo sufí grupal, por ejemplo, no operará jamás con horarios previamente establecidos ni con un programa fijo conocido de antemano. Saltar más allá de los límites del ego, también comporta borrar las coordenadas espacio-temporales. Esta forma de operar tan peculiarmente sufí, que podríamos denominar la enseñanza indirecta del sufismo, tiene que ver más con el cómo que con el qué. En otras palabras, los sufíes percibieron muy pronto que, a veces, en el camino interior es tan importante, e incluso más, el sabor que el saber. Dicho en palabras sufíes, la receta para cocinarla es tan valiosa como la carne. Así, desde sus albores, los sabios del sufismo se afanaron en diseñar un método de aprendizaje que para los propósitos que estamos describiendo resulta muy superior a los sistemas de educación que conocemos hoy en día.

Como ya hemos apuntado en el epígrafe anterior, la finalidad del trabajo sufí es ver a fin de conocer, para lo cual se opera mediante la activación de un nivel mucho más elevado y sutil de percepción al que los sufíes denominan presencia. Por lo tanto, queda totalmente excluida de la perspectiva sufí la persecución de estados extraordinarios mediante la utilización de métodos y procedimientos supuestamente sufíes, sean estos los que sean. También están excluidos de la perspectiva sufí, aquéllos que confunden el calor humano derivado de la buena compañía, la relajación del estrés cotidiano, o una simple sensación de bienestar general, con el progreso en el camino interior.

El arte del camino interior sufí

El trabajo sufí puede ser descrito en términos generales como si de un arte se tratara: el arte del camino interior. Según los sufíes, el artista no es un tipo especial de hombre sino que todo hombre constituye un tipo especial de artista. La relación del sufismo con las artes (danza, música, y poesía, especialmente) ha sido muy estrecha desde sus inicios, aunque jamás sin caer en el mero esteticismo. Los sufíes consideran que quien persigue la belleza no es seguro que halle la verdad, pero quien persigue la verdad forzosamente acaba por encontrar la belleza, que es el esplendor de la verdad.

Para ver y conocer la verdad, se requiere vivir en la verdad, lo cual comporta una actitud frente a la vida radicalmente diferente a la habitual, que esté fundamentada en el silenciamiento del ego o yo fenoménico. Dicho silenciamiento permite descubrir y activar un yo esencial, que no es el ego, que es más nosotros mismos que nuestros pensamientos y emociones, o nuestro rol social.

El trabajo interior sufí se asemeja bastante a la tarea de afinación de un instrumento musical, sólo que, en este caso, el instrumento es la propia persona. En efecto, el sufí concibe al ser humano como un instrumento musical que precisa ser afinado, lo cual no es sino otra forma de referirse al tránsito que el ser humano efectúa desde el yo fenoménico, amalgama de reacciones físicas, condicionamientos sociales y aspiraciones subjetivas, al yo esencial. Los sufíes han dado en llamar a dicho tránsito el afinamiento del ego, no en balde se trata de un proceso de sutilización interior.

Los sufíes han descrito dicho afinamiento en siete etapas progresivas caracterizadas cada una de ellas por un mayor grado de refinamiento y sutilidad, intuición y consciencia, amor y gratuidad. Se trata, en suma, de grados de comprensión cada vez más refinadas y profundas, y sucesivamente reemplazados. Son estas las siete etapas descritas:

1. Yo compulsivo o dominante (ammâra)

2. Yo consciente (lawwâma)

3. Yo inspirado (mulhama)

4. Yo apaciguado (mutma’inna)

5. Yo satisfecho (radiyya)

6. Yo entregado (mardiyya)

7. Yo perfeccionado o afinado (safiyya)

Las dos primeras etapas están bajo el dominio absoluto del ego y sus deseos, expectativas y temores. La tercera, por su parte, corresponde al yo que comienza a despertar del sueño del falso yo o ego, mientras que las tres últimas etapas representan grados diferentes de cualidad del yo esencial, que resulta ser mucho más profundo que nuestros condicionamientos sociales convencionales, nuestras ideas y sentimientos, nuestros gustos y aversiones.

No obstante, el número siete, que en la rica simbología numérica sufí es un número de compleción, en modo alguno indica acabamiento, ya que el proceso de afinamiento de la persona carece de límite. Y es que siempre hay un más allá en la capacidad de percibir más y más cualitativamente, de devenir un reflector más pulido de la consciencia de todo cuanto es.

A cada etapa corresponde un trabajo cualitativamente distinto. Así, las primeras etapas se caracterizan por un trabajo dirigido al:

1. Fortalecimiento del cuerpo físico, mediante el ejercicio consciente.

2. Energización del sistema nervioso, mediante los distintos ejercicios de:

a) respiración consciente.

b) escucha y emisión de sonidos que resuenan en zonas específicas del
organismo.

c) y activación de los cinco centros sutiles o latâ’if-i jamsa, localizados en el
organismo, mediante la atención en sus colores específicos:

1. Qalb o “corazón”, amarillo
2. Rûh o “espíritu”, rojo
3. Sirr o “secreto”, blanco
4. Jâfî u “oculto”, negro
5. Ajfâ o “lo más oculto”, verde

3. Liberación de las rutinas, automatismos e inercias psicofísicas que nos robotizan, mediante el trabajo con el ritmo y los distintos movimientos de sincronización, coordinación y lateralización

4. Ruptura de la lógica común mediante:

a) prácticas, trabajos y tareas aparentemente “sin sentido” o sin objetivo alguno,
como, por ejemplo:

* memorizar y repetir palabras y frases carentes de sentido
* pasar uno o varios huesos de dátil, de derecha a izquierda, entre varias
personas sentadas en círculo
* barrer el suelo de un lado a otro, etc. etc.

b) resolución de acertijos y ejercicios numéricos, uso de poesía y cuentos, etc.

c) audición de cuentos pertenecientes a la rica tradición oral sufí, cuyo objetivo
es utilizar el humor para romper nuestras rutinas mentales

La segunda etapa toma como referencia del trabajo las llamadas “once reglas” de los sufíes naqshabandíes:

1. “Consciencia de la respiración” (hûsh dar dam)

2. “Vigilancia de los propios pasos” (nazar bar qadam), que tiene tres acepciones:

a) conciencia de las propias acciones o atención a todo cuanto uno hace.
b) caminar meditativo a la manera de los derviches mevlevíes.
c) largas caminatas por la naturaleza atentos a la coordinación de ciertas fórmulas
que se repiten mentalmente acompasadas con el caminar.

3. “Viaje por la propia tierra” (safar dar watan): exploración de los movimientos de la propia mente.

4. “Soledad entre la multitud” (jalwat dar anyuman): actuar desapegado en el mundo; vivir en el mundo sin que el mundo viva en uno.

5. “Presencia” (yâd kard): actitud de recuerdo constante.

6. “Control de los pensamientos” (bâz gard): introducción de pensamientos
positivos.

7. “Vigilancia” (nigâh dâsht): estado de constante alerta.

8. “Recogimiento interior” (yâd dâsht): consciencia del ser en sí mismo.

9. “Parar el tiempo” (wuqûf-i zamân): práctica prolongada del “stop”, tendente a
fomentar el estado de alerta y a romper el círculo vicioso del automatismo físico
y mental.

10. “Pausa de número” (wuqûf-i adadi): repetición silenciosa de ciertas fórmulas, unnúmero preciso de veces.

11. “Pausa del corazón” (wuqûf-i qalbi): visualización del corazón y de ciertas
fórmulas inscritas en él, así como de determinados colores y formas geométricas

Al mismo tiempo, se introducirán en esta segunda etapa ejercicios en plena naturaleza que favorezcan:

a) el “mirar sin mirar”, es decir, una mirada admirativa y desegocentrada que es capaz de ver más allá de la multiplicidad de formas y objetos.

b) y la escucha atenta de un mundo que suena y resuena, a través de la
identificación de sonidos tanto fuera como dentro.

La tercera etapa se centrará específicamente en la meditación:

a) tanto estática
b) como dinámica, mediante el samâ’ o danza mevleví del giro derviche

Conclusiones

Los distintos ejercicios y prácticas sufíes hasta aquí descritos no debieran de utilizarse jamás como si fuesen un fin en sí mismos, puesto que no son una varita mágica. Dichos ejercicios sólo son efectivos si se enfocan adecuadamente. En ese sentido, puede decirse que hacen mejores a los buenos practicantes y peores a los malos, que no son sino quienes no han pulido lo suficiente su intención.

El secreto de los ejercicios está en la constancia y asiduidad en la práctica. Es mejor poco pero bien, poco pero constante, que mucho pero mal, mucho de tanto en tanto. Los sufíes afirman que el sufismo es un trabajo gota a gota. La práctica asidua de los ejercicios responde a la siguiente secuencia: la repetición genera un hábito y éste desemboca en un estado.

No es preciso que una persona haga todos los ejercicios descritos simplemente por un afán acumulativo. El trabajo interior no se basa nunca en criterios cuantitativos. Cuanto más no siempre resulta mejor. Además, dicen los sufíes, si uno no vive de acuerdo al conocimiento que ya posee, ¿para qué quiere más?

Sea como fuere, lo que jamás debiera perderse de vista es que convertirse en un ser humano de cualidad tiene que ver mucho más con el aprender a dar que con el aprender a meditar, respirar, danzar o a ejercitar la voluntad.

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